Hace
algunos años un ciudadano chino, de 44 años, fue víctima de un grave accidente
que le cercenó el pene, dejándoselo de tan solo un centímetro de largo, lo cual
le impedía tener relaciones sexuales y bastantes dificultades para orinar.
Aquella situación, ya se imagina usted, el terrible daño psicológico que le
provocó al pobre hombre. Más 8 meses después unos atrevidos cirujanos de
Cantón, lo sometieron a una nueva intervención para realizarle un insólito
trasplante, que hasta ese momento jamás se había llevado a cabo en ninguna otra
parte del mundo. Un complejo trabajo que
llevó 15 horas de microcirugía que involucró la conexión de nervios y microscópicos
vasos sanguíneos. De esta manera se le logró colocar un nuevo pene proveniente
de un paciente con muerte cerebral.
Diez
días después fue considerado el trasplante un auténtico éxito, ya que el órgano
mostró un adecuado abastecimiento sanguíneo y el hombre era capaz de orinar
normalmente. Sin embargo se presentaron problemas totalmente fuera de lugar en
el paciente y su esposa. Y, aunque usted no lo crea, aquél pobre hombre regresó
al quirófano para que le amputaran el miembro trasplantado, porque sentía como
si fuera a hacer el amor con un muerto.
Aunque
los médicos que realizaron este exitoso trasplante ya tenían amplia experiencia
en otro tipo de intervenciones semejantes, este delicado trabajo los venía a
colocar en una muy alta posición profesional, porque jamás se había realizado
algo así en el mundo, pero… desgraciadamente descuidaron el aspecto
psicológico, que siempre es algo fundamental en este tipo de situaciones.
Jean-Michel
Dubernard, un cirujano francés que recientemente cobró gran fama realizando el
primer trasplante de cara en una paciente, ocho años atrás llevó a cabo el
primer trasplante de mano en un paciente neozelandés de 50 años. Pero el órgano
tuvo que amputarse posteriormente porque el hombre manifestó que detestaba
aquella mano repulsiva y marchita. El cirujano declaró que este tipo de
intervenciones son muy complejas desde el punto de vista psicológico porque no
es nada fácil ir por la vida unido a la mano de un muerto.
Tan
amarga experiencia le ha llevado al doctor Dubernard, a realizar una
preparación de los pacientes durante dos años, con un equipo de psiquiatras y
psicoanalistas, que intentan solucionar los problemas que tienen que ver con la
imagen corporal de un individuo.
El
el caso de la mujer a la que le realizó el trasplante de cara, misma que había
sido salvajemente destrozada por un perro, no hubo realmente ningún rechazo,
quizás debido a que la mujer antes de la intervención tenía una cara realmente
horrible, además que afirma el doctor que el trasplante de una mano o un pene
puede tener consecuencias psicológicas mucho más graves, ya que el paciente en
todo momento se está viendo la mano, mientras que para verse la cara tiene que
recurrir a un espejo.
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